Versão do conto "O anel" em espanhol.
EL ANILLO
Juan conoció a Mariana algún tiempo antes de conocer
la mujer que amaría y viviría por toda una vida. Ella era linda e hija de una
de las familias más influyentes de la ciudad del Rio de Janeiro, él supiera que
relacionarse con ella sería imposible y la joven se molestaba por ser tan rica,
tan linda y tan infeliz. La causa era no poder estar junto de aquel que era el
hombre de su vida.
Estaba segura que si no pudiera ser la esposa de
Juan no lo sería de ninguno otro, pensaba en las largas madrugadas que pasaba
llorando sin que nadie la oyera, quería vivir entre los tejidos del sastre de
ojos verdes y sonrisa fácil que la encantó desde el inicio. La decisión de
tornarse monja y encerrarse por toda su vida dejó de espanto a sus padres que
ya imaginaban la casa llena de nietos cuando la hija se casase con uno de los
herederos más deseado de la ciudad. Todavía Mariana no pensaba obedecer las
normas de aquella sociedad sin amor, sin libertad y sin la opción de elegir.
Mariana buscó el joyero más respetado del hogar y le
encargó aquel que sería lo único recuerdo que Juan tendría de su existencia.
Pidió que hiciese un anillo y que grabase en él las iniciales de sus nombres.
Cuando ella lo colocó en sus manos el chico inmediatamente se transformó en un
hombre y las primeras lágrimas brotaron acusadoras acordándolo que él nunca
sería suficientemente bueno para la doncella.
Las puertas del convento ahora detenían toda
belleza, toda juventud, todos los sueños de la muchacha soñadora. Nunca más
seria vista ni amada, ni acariciada por manos masculinas. Los años mostrarían a
Mariana el trabajo arduo de su elección, ella se acostumbraría a vivir sin
Juan, serviría humildemente al que la creó.
Juan miraba el anillo y lo admiraba siempre que sus
dedos tocaban las iniciales de sus nombres: “Juan y Mariana”. El anillo no lo
dejaba olvidar ningún instante de aquella chica rica que por amor se negó al
mundo. Poco a poco el trabajo empezó a tomar gran parte del tiempo en la vida
de aquel hombre esforzado y talentoso, sabía que era un excelente sastre, pero
lo que recibía era poco comparado al que merecía. Jamás conseguiría sacar a
Mariana del convento y convencer a sus padres a dejarlos vivir aquel amor puro
y verdadero. Tendría que olvidarla. Precisaba alejarse completamente de
aquellas calles que lo acordaban, guardó todo el dinero que pudo y tomó el
autobús que lo llevaría a São Paulo y también a su futuro. En su dedo anular el
anillo, llevó así a Mariana contigo.
La ciudad lo recibió agitada, aquí no tendría tiempo
para pensar en su infortunio. Abrió una pequeña sastrería y conoció a Ángela. Ella
no era tan hermosa como la Mariana, pero era mujer seria y trabajadora, baja de
estatura y alta en determinación. En poco tiempo los dos ya estaban planeando
la boda, los padres portugueses de la muchacha no la querían enamorándose por
mucho tiempo y así Juan cuando se vio en una tarde lluviosa ya estaba casado
con ella. Él sacó el anillo del anular izquierdo y lo colocó en lo derecho,
fuera sustituido por una alianza no muy cara de oro que pudo comprar con los
pequeños ahorros que hizo.
Ángela no comprendía la fijación del esposo por
aquel anillo hasta que un día cuando Juan estaba adormecido ella lo inspeccionó
y vio las iniciales grabadas, letras que no entendía aún el significado, letras
importantes para el hombre que ahora era su marido.
Ellos tuvieron cuatro hijos, cuatro pequeñas joyas
que hicieron sus días más felices. Ángela todavía, pasaba los días deseando el
anillo, deseando que él lo sacase de su dedo y diese a ella, deseando que su
esposo se librase de él, ella no sabía el motivo, pero aquel anillo la
molestaba. Juan no soportaba más los cuestionamientos de su esposa y resolvió
contarle la historia de aquella joya. Eso no fuera una buena decisión, pues
después de este día el anillo pasó a ser una obsesión en la vida de aquella
mujer.
Él la vía llorando por las madrugadas y cuando
preguntaba lo que estaba ocurriendo ella contestaba: ̶ El anillo.
Dieciocho años se pasara y Juan resolvió sacar
aquello que era el único recuerdo de la chica más linda que conociera, lo dio a
su primogénita haciéndola jurar que sólo lo daría para el primer hijo que
tuviese.
Juan se libró de los cobros diarios de la esposa
determinada a destruir aquel que era su mayor temor matrimonial. La hija ahora
padecía el fardo de ser guardián de aquella joya, y como hiciera una promesa a
su padre la cumpliría. El anillo sólo saldría de su dedo cuando su hija tuviese
dieciocho años también.
Ángela no podría tener lo que quería, entonces
compraba joyas y las guardaban. Juan pensó que felizmente después de cincuenta
años casados la esposa había olvidado la historia, mas él estaba engañado, ella
se acordaba de él todos los días de su vida.
Quien lo poseía ahora era la nieta mayor, la
primogénita lo ganara como la madre había prometido a su abuelo. Y ella lo
usaba como símbolo familiar sin saber la historia que la joya guardaba había
más de cincuenta años.
Cuando Juan a los ochenta y nueve años falleció la
abuela pidió que la nieta lo acompañase hasta su túmulo, sus dedos temblorosos
tocaron aquel que era su mayor deseo de destrucción, ella lo quería para
consumirlo, para derretirlo hasta tornarse un nada. Su esposo estaba muerto,
pero el anillo aún estaba allí intacto en el dedo de su nieta amada. Un pensamiento
único la poseía: ̶ Quiero ese
anillo para mí!
Julia visitaba la abuela todo fin de semana. En una
de esas tardes, precisamente la última que pasarían juntas la abuela estaba
radiante al recibirla y avisó: ̶ Hoy tengo
una sorpresa para ti!
La nieta vio cuando la abuela entró en su dormitorio
y de allá salió con un bolsillo que parecía estar lleno de monedas. Ella dijo
orgullosa: ̶ Esto todo es
lo que conseguí guardar todos esos años de vida. ̶ y mirando para el anillo en su dedo dijo: ̶ Yo siempre lo deseé, cambio todas estas joyas
por él.
Julia entonces se acordó de las palabras de su mamá
cuando le dio la joya. Lloró porque no podría librarse de aquella joya sin
antes dejar las memorias de Juan ir con él.
En aquella misma semana su abuela falleció de un mal
súbito del corazón, julia sacó el anillo del dedo y lo guardó en una cajita
negra de terciopelo. Meses después cuando quiso usarlo otra vez lo buscó, pero ya
no más lo encontró.
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